La muerte de Tiberio se celebró con alegría en
las calles y en el Senado, sin que nadie recordara el dicho que mejor malo
conocido que bueno por conocer. Especialmente, porque el verdadero defecto del
difamado Tiberio es que no se preocupó por su sucesión a pesar de que en sus
últimos años empezó a albergar dudas sobre la idoneidad de que el nuevo
Emperador fuera su sobrino Cayo Calígula, de 23
años. Cuando consultó con sus astrólogos asumió, según decían las estrellas,
que el ascenso de Calígula era inevitable hiciera
lo que hiciera. Por ello, decidió no hacer nada.
Una primera impresión muy equivocada
Nacido con el nombre de Cayo Julio César Germánico, el heredero imperial era el
tercero de los seis hijos supervivientes del matrimonio entre Germánico y Agripina la Mayor,
nieta de Augusto. El nombre de Calígula era, en verdad, un apodo que le pusieron
los soldados cuando acompañó siendo un niño a su padre en las campañas de
Germania. Le apodaron « Calígula» («Botita»), lo que años después le
irritaría enormemente, porque iba vestido con una versión en miniatura del
traje de legionario.
Como explica David Pottersu libro « Los Emperadores de Roma» (Pasado&Presente), el primer problema de Calígula es que «nunca había tenido que demostrar su virtus en un entorno de carácter colectivo». Educado en la villa de Capri, los principales compañeros de formación del romana habían sido hijos de reyes extranjeros enviados a la capital del imperio a modo de garantía. En definitiva, Calígula vivió su infancia y adolescencia en una burbuja, rodeado de príncipes orientales con una forma distinta de comprender el poder y con sus hermanas como mejores amigas. Ya entonces surgieron rumores de que había mantenido relaciones sexuales con ellas.
Como explica David Pottersu libro « Los Emperadores de Roma» (Pasado&Presente), el primer problema de Calígula es que «nunca había tenido que demostrar su virtus en un entorno de carácter colectivo». Educado en la villa de Capri, los principales compañeros de formación del romana habían sido hijos de reyes extranjeros enviados a la capital del imperio a modo de garantía. En definitiva, Calígula vivió su infancia y adolescencia en una burbuja, rodeado de príncipes orientales con una forma distinta de comprender el poder y con sus hermanas como mejores amigas. Ya entonces surgieron rumores de que había mantenido relaciones sexuales con ellas.
Cuando falleció Tiberio,
Calígula no ejercía ningún puesto oficial y su experiencia política se limitaba
a un cargo menor. El pueblo ignoró la completa falta de
experiencia del nuevo Emperador porque recordaba a su padre con
cariño y, sobre todo, porque su primera medida fue abolir los procesos de
traición, un mecanismo legal que había permitido a Tiberio perseguir a sus
enemigos con impunidad. El tiempo iba a demostrar que no podían estar más equivocados
en su entusiasmo.
La primera señal de que
Calígula vivía de los golpes de efecto tuvo lugar con la ejecución de Macrón,
prefecto de la Guardia pretorianay sospechoso
de haber matado a Tiberio. Según el historiador Filón, el Emperador se hartó un
día para otro de su antiguo amigo: «Ahí llega el maestro de quien ya no
necesita lección alguna... ¿Cómo se atreve alguien a enseñarme a mí, que antes
aun de ser engendrado fui modelado emperador, cómo se atreve un ignorante a
enseñar a quien sabe?».
Sin el hombre en las sombras
que ejecutaba a sus enemigos, al tiempo que controlaba su inestabilidad,
empezaron los meses más oscuros del Emperador. Calígula se presentó como un
dios al que había que adorar en vida, a diferencia del Divino Julio César o Augusto, y comenzó
una vida de extravagancias. Los autores clásicos quisieron ver en el origen de
estas prácticas una explicación médica y un kilómetro cero.
Un psicópata al
frente de Roma
A los pocos meses de haber
accedido al trono, en el otoño del año 37 d.C., Calígula sufrió lo que
probablemente fue una crisis nerviosa o una encefalitis (una
inflamación del cerebro causada por algún tipo de infección). Suetonio menciona
que durante su infancia ya había registrado graves problemas médicos, con un
ataques de epilepsia periódicos que en la edad adulta se convirtieron en
desvanecimientos. Apenas dormía más de tres horas al
día y pasaba las noches deambulando por las galerías del palacio, « esperando e invocando la luz». Su aspecto
externo era aterrador y, tras su crisis nervioso, todo se acrecentó.
«Era de elevada estatura, pálido y
grueso; tenía las piernas y el cuello muy delgados, los ojos hundidos,
deprimidas las sienes; la frente ancha y abultada; escasos cabellos, con la
parte superior enteramente calva y el cuerpo muy velludo», describió el historiador
clásico sobre su aspecto físico, añadiendo que dado su abundante pelo por el
cuerpo estaba penado con la muerte usar la palabra «cabra» en su presencia.
En este sentido, el diagnóstico
moderno del origen de los problemas es mucho más profano. Para los psiquiatras
actuales, Calígula presenta el perfil de un psicópata, alguien carente de
remordimientos o empatía que se cree por encima del bien y del mal. En «Los doce Césares», Suetonio pone en boca del Emperador
una frase que le anuncia como por encima del resto: «Recuerda que todo me está
permitido, y con todas las personas».
En este sentido, el
primer Emperador, Augusto, se había cuidado mucho para
presentarse como alguien moderado e igual al resto, mientras que Tiberio, a
pesar de su choque con el Senado, había procurado un perfil bajo. En contraste
con sus «humildes» antecesores, Calígula se reveló como un monarca asiático en
su forma de vida desmedida. Según Dión Casio, «empezó a gastar en caballos,
gladiadores y en otras cosas semejantes sin ningún freno, y vació en poquísimo
tiempo el dinero atesorado, que era mucho», esto es, cerca de tres mil millones
de sestercios.
Con parte de este dinero se hizo construir en Roma una mansión en el Palatino, cuyo vestíbulo era el mismísimo templo de Cástor y Pólux,
así como una serie de construcciones junto al lago de Nemi. Allí atracó dos navíos gigantes, de 70 metros de longitud,
auténticos palacios flotantes donde organizaba algunas de sus fiestas más
desmesuradas. En las bacanales eran frecuentes las agresiones y perversiones
contra las invitadas.
Y es que la vida sexual del
Emperador es el elemento más conocido, y a la vez fabulado, de la biografía de
Calígula. Se le acusaba de acostarse con las esposas de sus súbditos, de
relacionar el sexo con el dolor físico y de tratar de convertir su palacio en
un gran burdel. Durante su breve reinado tuvo cuatro esposas y un sinfín de
amantes. A Livia Orestila la violó en su
propia ceremonia de esponsales y se casó con ella para repudiarla al cabo de
unos días.
De sus relaciones homosexuales
se suele mencionar, entre los más conocidos, al histrión griego Mnéster y a su primo Emilio Lépido. Este último ejerció un papel
protagonista a nivel político hasta que, a finales del 39, el Emperador le
acusó de encabezar un complot contra él y ordenó su ejecución. Lépido reconoció antes de morir que había tenido relaciones
sexuales con el Emperador y que tenía el vientre dolorido de la
pasión que en ellas había puesto, lo que insinuaba que había ejercido él el
papel activo en el acto sexual. En este sentido, los romanos, más tolerantes
que los griegos con los homosexuales, daban mucha importancia a quién ejercía
el papel de activo y quién el de pasivo en la pareja, tanto a nivel sexual como
social. La pasividad era sigo de debilidad.
El caballo que
quería ser senador
Cuando saltó esta primera
conjura contra el Emperador, Calígula reveló otra de sus
monstruosidades al deleitarse con la tortura de cada uno de los
conspiradores. Observar cómo torturaban a otros era algo que le gustaba hacer
desde tiempos de Tiberio. Advertido por esta primera conspiración, Calígula
quiso demostrar que era un hombre cabal dirigiendo una campaña militar en Britania. Sin embargo, la
invasión fue pronto abortada y el Emperador ordenó a los soldados que
recogieran conchas de la playa para justificar que había sido Neptuno quien
malogró el ataque.
Las conchas debían ser en Roma
la prueba de la gran batalla librada entre su imperial deidad y el dios de los
mares, pero lo fue de la locura de Calígula. De vuelta a la ciudad, escandalizó
a todo el mundo al anunciar que quería nombrar senador a
su caballo Incitatus.
Un gran número de senadores y
miembros del ejército romano prendieron una nueva conjura ante las
extravagancias y violencia crecientes de Calígula. El 24 de enero del año 41
d.C, un tribuno de la guardia de corp imperial apuñaló a Calígula cuando estaba
absorto en la contemplación de un espectáculo teatral. El cerebro de la trama
fue un oficial pretoriano llamado Casio Querea, que
planeó el asesinato usando el cryptoporticus, esto era, el túnel subterráneo
que unía los palacios del Monte Palatino.
Haciendo caso a Suetonio, el
pretoriano organizó el asesinato para vengarse de Calígula por burlarse a
diario de su voz afeminada, llamándolo Príapo o Venus o
dándole la mano para que la besara con actitud exagerada. La participación de
los pretorianos en la conspiración sentó un precedente que condenó a Roma a un
largo tiempo de inestabilidad.
Pero, ¿son ciertas todas las
perversiones que se relatan de Calígula? Para Suetonio y Dión Casio, no cabe duda de
que fue un monstruo cruel. Pero siempre es importante desconfiar de las
intenciones de los que escriben la historia. Lo único comprobable del caso de
Calígula es que, en efecto, se comportó de forma despótica, despreció al Senado y descuidó sus
responsabilidades como gestor. Eso convirtió sus extravagancias, fueran
exageradas o completamente ciertas, en el lugar de trabajo predilecto para los
propagandistas, casi siempre miembros de la casa ecuestre, que querían advertir
a futuros dirigentes de lo inadecuado de apartar a los senadores del poder.Escribir sobre los vicios sexuales en una
sociedad que felicitaba la moderación era la mejor forma de despreciar a los
gobernantes a ojos del pueblo.
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